28.2.12

¿Literatura experimental? ¿En serio? / Reflexiones (tercera parte 9-10)



Índice:

  1. Ideas
  2. Problemas reflexivos
  3. Historia de la Lectura
  4. Chepe
  5. Pedrón
  6. Lo hermético
  7. Narratología
  8. Función
  9. Relaciones de dominio
  10. Política, política y más política
  11. La emancipación repite el dominio
  12. Conclusiones, utilidades, uso

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Relaciones de dominio


¿Qué intereses defienden las operaciones ideológicas que realizamos en nuestro texto? ¿Los nuestros? Eso implicaría realizar dos maniobras simultáneas: reducir, enanizar nuestros intereses hasta hacerlos caber en un librito, y engrandecer nuestro librito hasta la categoría de policía que patrulla, vela, por nuestro interés. Peor aún: eso podría implicar que decimos lo siguiente: "mis intereses no están jugados, defendidos, en mis condiciones materiales y mi situación política en la sociedad, sino por mi texto, así que... ¡ábrete, Estética!"

Creo que podemos reflexionar sobre lo siguiente: en general todo aquel escritor que vive y se desvive por su estética es un escritor controlado. Su poética es su torre de marfil. Escriba lo que escriba, y escriba como lo escriba, su operación ideológica es sólo una: mantenerse bajo control. Así, la multitud de operaciones narratológicas que pueda realizar será sólo como ganado moviéndose locamente dentro del círculo de su tranquera.

Una de las ideas-fuerza del análisis crítico del discurso es la siguiente: que en el lenguaje se reproducen las mismas condiciones y relaciones de dominio que imperan en la sociedad. El análisis crítico del discurso interroga todo discurso, todo signo o texto: desde canciones populares, pasando por literatura, hasta la forma como un hombre de negocios saluda o no a su cuidacoches. Obviamente que no sólo analiza el contenido del discurso, sino la situación discursiva en que éste tiene lugar, sobre todo las posiciones sociales de quienes están involucrados en el acto comunicativo.


Obviamente que existen problemas con respecto al análisis crítico del discurso, sobre todo de carácter práctico, y además si tomamos en cuenta que éste mismo es un saber especializado y para cuyo acceso tenemos que estar en una situación de poder bastante favorable. Así que puede ser que el estado en que existe el análisis crítico del discurso -una especie de animal exótico o protozoo que se mueve dentro de la Universidad- repite, quizá "sin culpa", las mismas relaciones de dominio que desea subvertir. Pero, independientemente de esto, la propuesta del análisis crítico del discurso me impulsa a reflexionar, como escritor, la siguiente proposición:


  • puede ser que la reflexión acerca de la literatura experimental es una reflexión que interesa especialmente al lenguaje como reproductor de ese dominio; esto es: impugnar [indagar, suspender, subvertir, contestar] esas relaciones de dominio -y su reproducción- es lo experimental en la literatura.
Si esto es así, si esto es realmente así, la situación se vuelve bastante peliaguda para el escritor. Porque lo tira desde el balcón de su torre de marfil al precipicio. Vuelve a reunir en un mismo lugar -el escritor en su presente- tanto las condiciones políticas como las condiciones estéticas, las actualiza, las hace indisolubles. En realidad ni siquiera "vuelve" a hacerlo, porque nunca se habían separado, sino que lo que le devuelve es su evidencia. Su inevitabilidad.


A estas alturas, la definición de la cual partí [léase DRAE, /experimental/: "Que tiende a la búsqueda de nuevas formas estéticas y de técnicas expresivas renovadoras"] me parece ya ni zonza, sino perniciosa: búsquese usted una nueva forma estética, consiga usted una técnica expresiva, exprésese, renueve, al pasar por Go collect $200. No dice nada de lo que realmente es la literatura, o lo que implica escribir. Porque no está hablando de relaciones de dominio, o controles de poder, sino que asume que ya existen. Y que no me vengan con que el diccionario es meramente descriptivo, algo así como una suma aritmética de lexicones, no, porque somos nosotros, los hombres, los que lo escribimos, y peor aún: los que lo pensamos como posible. Él -el DRAE- también es un lenguaje, y también tiene su función en esas relaciones.


Política, política y más política


Imaginemos, por ejemplo, que salgo de mi casa y hay un tipo durmiendo sobre cartones en una baldosa de dos por uno. Pocos escenarios más políticos que ése. El primer impulso que tengo, como es natural, es el de explotarlo vampíricamente. Porque

What lurks behind the compassion for the poor is their vampiric exploitation {Lo que acecha detrás de la compasión por el pobre es su explotación vampírica}
ZLAVOJ ZIZEK / "In Defense of Lost Causes" [58]

Luego de haberlo exprimido, para mi momento de compasión diaria, ¿me preguntaré si podré hoy, aislado en mi escritorio, con mis libros ordenados y mis lapiceros contados, escribir? ¿Lo convertiré en otro más de mis tesoros culturales?

El vagabundo indigente se retuerce un poco en su cartón, me ha visto pasar y no se pregunta "¿Hoy podré leerte?". No se pregunta eso. Y sin embargo, un hecho devastador, tanto político como literario, nos conecta: èl es mi lectura.

Veamos: para escribir todo esto apreté un botón, encendí una computadora, para la cual estoy alfabetizado, ingresé un nickname y un password que elegí de mi bolsa idiomática, diseñé una planilla, la formateé, en suma, generé un tráfico. Básicamente un tráfico electrónico, se podría decir, pero yo creo que es también un tráfico de morales, un tráfico cuyas señales de tránsito son políticas.

El vagabundo no dice "¿Qué te piensas, maldito burgués, que estoy aquí para enternecerte?" Pero si lo dijese no me sorprendería, porque según parece tampoco estoy allí para hacerlo sentir mejor. No, yo estoy en mi escritorio, convirtiéndolo en un ideologema de clase, que luego traficaré.

El vagabundo, en cambio, gira, giró, su torso, cambió su postura de columna, quizá piensa acerca del cartón como una segunda columna vertebral que lo maltrata. Luego se dormirá, sin moverse un ápice de la misma angustia.

¿No es nauseoso? ¿No es este uso nauseoso? Sí, pero el mundo sería más nauseoso sin él, sin este uso. Vaya... qué reconfortante. Lo indecible, la barbaridad inenarrable [esto es, el tipo allí, con sus dos columnas vertebrales, mientras yo, y todos los intelectuales raritos nos paseamos por su diccionario, de angustias] no debe pasar sin ser contada, aunque al contarla nos embarremos con ella. Es imposible no embarrarse. Y no me gustaría pensar qué ocurriría, ¡qué ocurriría!, si de pronto descubriese que yo soy el barro mismo. ¿Adiós, literatura? ¡Adiós, literatura!

Entonces, ¿qué es lo que ocurre aquí? Bien, no puedo, escritor o no, rehuir mi compromiso político con la sociedad y, por ejemplo, simplemente "participar" de las Elecciones Generales. Por otro lado, como escritor, tampoco adquiero compromisos por una especie de actos o acumulación de actos "formadores" de opiniones. No porque la literatura/el escritor no pueda opinar, sino porque la literatura no es una democracia, su mazazo no es la opinión, el comentario, la pastillita cultural, la rosa mecánica que se abre para recibir al abejorro lector que la fecundará; no es la saliva del escritor, sino la crítica. Entonces, otra vez, sí, otra vez:

Basically, to make truths manifest means the following: to distinguish truths from opinion. So that the question today is this and no other: Is there something besides opinion? In other words (one will excuse, or will not, forgive the provocation), is there something besides our "democracies"? {Básicamente, hacer manifiestas las verdades significa lo siguiente: distinguir las verdades de la opinión. Entonces, la interrogante hoy es ésta y no otra: ¿existe algo además de la opinión? En otras palabras (uno perdonará, o no, la provocación), ¿existe algo además de nuestras "democracias"?}
ALAN BADIOU / "Inaesthetics" [15]

Esto es político. Gracias, literatura, gracias por todo, pero esto es totalmente político. Si reflexionamos acerca de la literatura experimental, y su rol [en tanto que es literatura, que es lenguaje] como reproductor de relaciones de dominio, quizá aparezca una primera posibilidad para ella que escape a la masificación de lo posmoderno: conteste usted esa pregunta, o inténtelo, si puede, sin difuminarse en millones de átomos isabelallendinos. Es decir, permítase usted por un momento no ser su apetito. 

Quizá es el apetito masivo de la posmodernidad, y nosotros como lectores-escritores en ella, lo que agotó las lecturas de lo experimental, porque, en serio: ¿qué nos sorprende ya hoy? ¿Qué cosa existe hoy que no pueda inmediatamente cosificarse? Al respecto añado tres textos de Theodor Adorno, en un ensayo bastante agudo, "La crítica de la cultura y la sociedad", de su libro Prismas. En el primero, si queremos reemplacemos la palabra "crítico" por "escritor", y podemos ver con mayor pertinencia su argumento:

La complicidad de la crítica cultural con la cultura no se debe meramente a la ideología del crítico. Más bien es fruto de la relación del crítico con la cosa que trata. Al convertir la cultura en su objeto vuelve a objetivarla. Pero el sentido propio de la cultura es precisamente la suspensión de la cosificación. En cuanto la cultura se cuaja en "bienes culturales" y en su repugnante racionalización filosófica, los llamados "valores culturales", peca contra su raison d'être. [13]

Rigurosamente hablando, hoy no hay ya casi teoría, y la ideología es como el ruido directamente producido por el mecanismo de la inevitable práctica. Hoy día nadie se atreve ya a pensar una sola proposición a la que no pudiera añadirse -en cualquier campo- la indicación de a quién favorece. El único pensamiento no-ideológico es aquel que no puede reducirse a operational terms, sino que intenta llevar la cosa misma a aquel lenguaje que está generalmente bloqueado por el lenguaje dominante. [23]

En una época en que la sociología burguesa ha "saqueado" (la palabra es de Max Scheler) el concepto marxista de ideología para pasarlo por el agua del relativismo general, el peligro que consiste en no comprender la función de las ideologías es ya menor que el representado por una acción mecánica, puramente lógico-formal y administrativa, que decide acerca de las formaciones culturales y las articula en aquellas constelaciones de fuerza que el espíritu tendría más bien que analizar, según su verdadera competencia.