22.4.14

Pensamientos abandonados, 1


(just stuff)
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Ataques al discurso público

Ideas-fuerza sobre las que trabajar:

¿Cómo administra el discurso público la metáfora -desestabilizante o no- que le presenta el poeta?[1]:

  • Estrategias de choque: lo combate con sus mejores institutos: el canon; la academia; proporcionando, tras múltiples canonizaciones y recanonizaciones, las autoridades del producto estético, e inclusive normatizando qué es producto estético y en qué condiciones debería ser experimentado.
  • Estrategias de ocultamiento: utilizando la aplicación de los recursos ideológicos disponibles para deformar las operaciones de la metáfora. Naturalmente, si la operación de la metáfora que el poeta presenta reafirma el discurso público antes que desestabilizarlo, la aplicación de los recursos ideológicos será mínima, e incluso la metáfora podría parecernos "transparente", carente de ideología.
  • Estrategias de absorción: a través de dos formidables instituciones: el mercado y la industria cultural.
Esta dinámica ocurre por supuesto de manera simultánea, y la multiplicidad de sus actores -como, por ejemplo, los mass-media- ocupa funciones dispares en uno y otro nivel. En todo caso: entender que la dinámica total del discurso público es la de legitimarse a sí mismo; por lo tanto, empoderará a los poetas y las metáforas que mejor sirvan a ese objetivo: fortalecer las preguntas de estos poetas; fortalecerlas a un punto que nos volvamos sordos a ellas, que la mayordomía que ejercen sobre todo el discurso nos cause sordera histórica.

Entonces, el mejor escritor es el que reflexiona sobre su sordera.

[1] Por "poeta" estoy nombrando al creador de un discurso literario, y por "metáfora" a la operación dominante de este discurso.
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Entonces, ¿cómo avanzar la reflexión sobre este aspecto? No podemos pasar por alto que incluso el concepto de "discurso público" puede ser al mismo tiempo muy indeterminado y muy self-evident, algo que definitivamente lo emparenta con el concepto bastante adolescente, históricamente hablando, de "literatura".

En primer lugar, reflexionar sobre el hecho de que el escritor en ningún momento y bajo ninguna circunstancia posee la autosuficiencia como para desentenderse de la reflexión sobre el discurso púbico. En realidad, luego de Alejo Carpentier, cuando dice que la mejor función del novelista es la de escribir acerca de la relación del hombre con el conflicto de su tiempo, podemos rediseñar esta idea así: "la relación del hombre con el conflicto de su tiempo" es sólo otro nombre de "la relación del escritor que se imagina a sí mismo en el centro del conflicto con el discurso público". Tenemos dos poderosas razones para habilitar esta recontextualización de Carpentier:
  • el escritor no aparece en el mundo portando un lenguaje trascendental o esencial, y su imaginación no brota de un pool metafísico de ideas de la Idea; la capacidad de su lenguaje, y por lo tanto los horizontes de su imaginación, fueron construidos socialmente en su relación con el discurso público [su materia lingüística, sus paradigmas, sus instituciones, incluso la imaginación que él mismo tiene de lo que es "ser escritor"]; esto equivaldría a decir que el lenguaje del escritor es una contingencia del discurso público viva en un presente dado.
  • el escritor, utilizando su agencia sobre el lenguaje, produce un discurso privado [su metáfora] cuya función únicamente es la de reingresar al discurso público. En cuanto que discurso privado, la metáfora es puramente una autotelia; pero al momento que empieza a circular entra en el juego administrativo del discurso público.
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-La existencia de institutos coercitivos con respecto de los bienes intelectuales [como derechos de propiedad sobre la explotación a los productos intelectuales; legislación "antipiratería"; códigos internacionales de penas; etc.] tiene una importante función: la de reforzar las estrategias de absorción [mercado, cultura de masas/industria cultural] del discurso público y limitar la desestabilización de las metáforas que intentan buscar un cortocircuito a esta coerción. El discurso que intenta justificar estos institutos es el de que son necesarios para asegurar y proteger "el acceso democrático" de las personas. Si sustituyéremos "personas" por "consumidores", podríamos decir que técnicamente este discurso es correcto, con un matiz: el uso de la acepción "democracia" en esta justificación no es la de igualdad-de-oportunidades-del-hombre sino la de igualdad-de-condiciones-del-mercado. Este desplazamiento de términos lo último que podría ser es un gesto de inocencia y, al revés, faculta al discurso público a arroparse con la bandera del martirologio por el sustento de la democracia, toda vez que un poeta, con su metáfora, desea desestabilizarlo.