17.2.12

El escritor joker

El siglo de las máquinas

Me gusta reflexionar acerca de que para el escritor, o para cualquier ciudadano de a pie, existen a su disposición miles de máquinas de pensar el mundo, es decir, que se lo entregan ya prefabricado, representado, actuado, y que a eso, como también a otras cosas casi opuestas, le llamamos cultura. La vieja discusión de la cultura. Hoy la abordo, desde las pocas herramientas que me puede dar mi experiencia como escritor, para intentar llegar a lo otro.

Pienso en algunos ejemplos, a la mano como los chicles. 

El plancha se pasea por la acera de mi casa, con una canción [si digo "cumbia villera", ¿ya lo estigmaticé?; ¿o ya lo estigmaticé cuando dije "plancha"?] a todo volumen en el teléfono celular, regándonos a todos, una canción que ni siquiera escucha por el ruido ambiente -aunque no le importa-, y esta canción piensa, propone, una parte del mundo para él, nada más y nada menos que su parte, o la que era suya, pero que le invadimos cuando abolimos la realidad. Sus estrofas condensan dos o tres ideas-fuerza que le hablan, o que hablan por él.

Pienso en el taxista pegado al radio, escuchando el partido de fútbol de su equipo, y creo que la alegoría del fútbol -si es que la rentabilización de este deporte es capaz de contar, narrar, algo-, y creo que la alegoría del fútbol está pensando parte de su mundo por él.

Pero pienso también en otros ejemplos más chicos, y por eso más escalofriantes, porque son invisibles: pienso que en los supermercados la comida barata está a los pies de la góndola, y que la comida necesaria -o la comida, directamente- está al fondo del local: máquinas culturales pensando y distribuyendo el mundo por mí; y pienso en esa bonita, bonitilla, hermosísima, cajera, que me ha dicho Gracias, pero no porque yo soy guapo o porque se le ocurre que soy persona y "un gracias por día mejora el mundo", no.

No. Me ha dicho Gracias (con una dulzura y una potencia avasallantes -mis rodillas ya están tembleques de sólo recordarlo-) para que yo consuma mejor

¿Sabe ella, o su jefe, o el magnate dueño del supermercado, que ese "gracias" liberará endorfinas en mi cerebro, que cuando esté consumiendo ese yogurt, para antioxidarme, relacionaré mi placer, mi yogurt, mi antioxidación, mis endorfinas, mi gracias (porque ahora es mío) y mi señorita cajera (porque ahora, culturalmente, ella es mía, sólo mía: ella está allí porque ella está pensada para mí, el cliente), saben que relacionaré todo esto con su local, con su marca, lo saben? ¿En serio ese magnate sabe eso? ¿De verdad conoce que mi placer es su franquicia? Ey, ¡ése sí que es un gran truco! ¡Y uno aquí, enterrándose, encenagándose, escribiendo libros, textos que aún no saben que son libros!

La edad de los acuerdos

Comprendo, según mis reflexiones y algunas de mis lecturas, de que la democratización de la cultura es como el buque insignia de nuestros sistemas políticos hoy.

Digo esto porque parece que todos nos pusimos de acuerdo hace rato en otras cosas: que la impugnabilidad de las categorías básicas del capitalismo es absoluta e irreversible, unánime.

¿Nos pusimos de acuerdo en que, en cuanto a lo político, no tendríamos demasiadas identidades, sólo pocas y (re)embolsables? Porque qué hay más estandarizable que una bolsa plástica, que una política integradora, alucinante aleación de todo el espectro.

Entonces tenemos, desde hace un buen rato, algo más real en qué pelearnos, en qué ser distintos: la cultura. No me gustaría disponer esto como una idea/pose de que soy un apocalíptico, o de que la cultura es una especie de veneno reduccionista, un monstruo drogón, del capitalismo. Aparte, pienso, por poner un solo ejemplo, en el importante rol que juega la institución cultura para las minorías étnicas.

Sin embargo, las minorías étnicas también viven en el mismo mundo que yo, así que, por el solo hecho de ser minorías, sus expresiones culturales no están automáticamente blindadas o excusadas de las patologías culturales que muestra la sociedad burguesa.

El escritor unánime y los otros-otros

Theodor W. Adorno nos dice, en un pasaje de su Teoría estética, lo siguiente:

Cuanto más total es la sociedad, cuanto más completamente se contrae en un sistema unánime, tanto más se convierten las obras [de arte] que almacenan la experiencia de ese proceso en lo otro de la sociedad.

Este pensamiento describe, minorías o no, algunos pensamientos relevantes que deberíamos tener a la hora de escribir libros. Porque en buena parte hemos contribuido a la unanimidad del sistema, a ese estado de impugnabilidad. Así que más vale que nuestros libros se vinculen con ese proceso, con esa experiencia, con ese "otro".

Ahora, ¿qué pasa si las obras no almacenan esa experiencia/proceso? Es decir, ¿qué pasa con la literatura del Readers's Digest? Siguiendo este pensamiento de Adorno, simplemente no serían lo otro de la sociedad. ¿Esto automáticamente las convierte en objetos afirmativos del status quo? Si yo fuese la sociedad, ¿quiere decir que, desde mi punto de vista, me daría lo mismo que los escritores de esos libros inútiles escribiesen eso o que curtiesen cuero para calzado, o que repartiesen volantes de farmacias en las avenidas, o que moldeasen hormas de pan en las panaderías? 

Bueno, si la respuesta es sí, si me da lo mismo, entonces estamos ante el signicidio del libro, o de esos libros. No es que su contenido no sea técnicamente un signo, puede ser un maremagnum de bolsas sígnicas, sino que, en cuanto a contenido, no singulariza a nadie ni a nada -no singulariza porque no critica-, y en cuanto a continente -al objeto-libro en sí- no es más que un cuero de calzado, una plancha de calcomanías, una bolsa de snacks que abro antes, durante o después de la película. Si la respuesta a aquélla pregunta es sí, entonces ésta es la evidencia de ese signicidio. 

Ey, ¿pero y qué pasó con eso de "tener voz propia", con el "derecho a expresarnos y socializar esa expresión", o con "mientras más versiones de la cultura, mientras más expresiones de la cultura existan, más rica será esa cultura"? Es decir, ¿qué pasó con la democratización de la cultura, sus demócratas y sus menesteres? 

Bueno, si un escritor de minorías étnicas escribiese un libro idéntico a una novela de Ellery Queen, quizá él sea un gran portador de los genes culturales de su etnia, pero de que le hace un favor flaquísimo a esos genes no me quedaría la menor duda. Quizá ni siquiera el mercado tendría que sancionarlo. Quizá hasta su etnia misma lo segregue. Porque hay libros inútiles, y hay libros urgentes.

Jokers

Puede ser que haya a esto una respuesta dura, cruel y aplastante, casi xenófoba: si no contenés lo otro de la sociedad, no tenés voz propia; si no sos lo otro, no sos otra versión de la cultura [acá me gustaría pensarlo como relacionado con el "individuarse", del que estuve reflexionando a propósito de Agamben]; si no sos lo otro, amontonás, no enriquecés. 

Es que, en serio, si no vas a narrar, para decirlo en palabras de Adorno, la-experiencia-de-ese-proceso, ¿entonces exactamente qué es lo que vas a narrar? Porque las experiencias-de-ese-proceso me parecen casi infinitas, tantas como personas en la sociedad in situ. ¿Entonces vamos a escribir novelas históricas? ¿Escribiremos novelas históricas porque el pasado explica el presente, y porque si aprendemos del pasado -o frases/fórmulas así- no lo repetiremos en el presente, o si imaginamos el pasado de forma alternativa enriqueceremos el presente, y porque nosotros somos ya el pasado de los que vienen? ¿Escribiremos novelas de vampiros y zombies? ¿Vamos a analizar el amor y el hombre en una novela de vampiros, porque el amor y el hombre no tienen tiempo, porque también ahora, como antes, y como mañana, tenemos amor y hombres, y porque somos libres de hacerlo, y porque podemos? 

Es decir, reformulando: si no somos políticamente libres, y si no somos moralmente libres, ¿por qué vamos a ser estéticamente abusivos?

En este momento es donde el demócrata consagrado extraerá su último naipe -me aterraría pensar que este naipe es el par de jokers- y lo bajará como un mazazo: Bueno, ¿y quién dictaminará eso? ¿Quién dirá "Este libro almacena-la-experiencia-de-ese-proceso-en-lo-otro-de-la-sociedad"? Hará sonar todas las alarmas con esto: ¿quién va a criticar, afeitar, derechos? ¿Quién va a boxear con la cultura? Esto es grave. Porque ya sabemos qué sitio tiene el que dicta un derecho. Entonces todos temblaremos, porque pensamos que nos merecemos, a través de luchas históricas, ser esa colección de derechos.