21.9.18

¡Guambia con los lumpen!

En la edición de Brecha del 7 de septiembre 2018, el sociólogo Rafael Bayce publicó en la Contratapa un artículo titulado Por la plata baila el mono, donde reflexiona sobre las repercusiones que trae la reciente intervención de la FIFA sobre la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF). Bayce hace un brevísimo racconto de la evolución de “lo nacional” y cómo este ideologema ha sido vaciado, llenado y vuelto a vaciar en su devenir histórico, hasta la situación de “traslocalidad transnacional” encarnada en órganos como la FIFA que, sin acoplarse a las legislaturas nacionales, interviene instituciones autoproclamadas “nacionales”, como la AUF.

Al final del artículo, Bayce se dedica a evaluar cómo deberían estar integrados los órganos rectores del fútbol; y es llamativo cómo se despacha de un sinnúmero de falacias para descalificar, insultar y deshumanizar a los principales protagonistas del fútbol: los futbolistas.

Reconoce que tienen "derecho a defender sus derechos de imagen y de arena", y a tener “voz” en los órganos rectores donde, hay que recordarlo, efectivamente se negocia con la imagen y el producto del trabajo del futbolista; pero a renglón seguido considera que no está seguro que deban tener voto porque "el nivel medio del background sociocultural y económico-político de los jugadores conlleva cierto riesgo de actuación como lumpen-nuevos ricos" (el subrayado es mío). Además de esto, utiliza el deshonesto recurso de invocar a un pensador de prestigio como Vaz Ferreira para acarrear agua a su molino, y compara a los futbolistas con unos pobres estudiantes universitarios que no entenderían nada de educación ni tendrían la madurez suficiente para pensarse a sí mismos como educandos. Menos mal que no le hicimos caso a Vaz Ferreira y tenemos una universidad autónoma y cogobernada.

Los futbolistas profesionales no son culpables de no ser altruistas, como los acusa Bayce: son trabajadores, no miembros del voluntariado de psicoterapia nacional. Que nuestras industrias culturales capitalistas desplacen el lugar de lo político y lo vuelquen a los deportes profesionales -entre otros campos de batalla cultural- no es porque los futbolistas pese a que su carácter de ídolos populares puede[n] hacer engañosamente pensar que sus intereses son altruistas: los de la gente y del país; es por una inteligente estrategia capitalista, con un fuerte contenido ideológico, y que además hace circular capital por el mercado de la cultura.

Y sí, los futbolistas velan por sus propios intereses, como todo trabajador, ¿por qué estaría mal eso? Claro, no pueden determinar cómo se organiza, distribuye, revende, commoditiza y fetichiza el producto de su trabajo, que es lo que no mencionó Bayce. Que un trabajador no tenga el poder de determinar la valía de su producto es algo que, de 1848 para acá, ya debería de sonarnos bastante familiar. Para Bayce los futbolistas son igual de egoístas y cerdos (“monos”, los llama él) por no contentarse con renunciar a este poder, a pesar de ser los productores de eso que llamamos “fútbol”.

No esperaba encontrar un argumento tan clasista, retrógrado y colonialista en este semanario como el que esgrime Bayce, quien dice que no podemos confiar en los futbolistas porque existe el riesgo de que se comporten como lumpen-nuevos ricos. Habría que señalarle a Bayce que la gerencia y negocio del fútbol está lleno de lumpenburgueses, los de aquí y los de allá, y que en todo caso si los futbolistas fuesen esos andrajosos desclasados ignorantes que él aduce que son, sólo se estarían integrando al gremio, como quiera que los dirigentes del fútbol no son los Ángel Rama de la educación física.

A Bayce se le escapa la liebre con las comparaciones con los estudiantes universitarios o con la de niños de guardería. Si ya Bayce calificó a los futbolistas de monos estúpidos e ignorantes que a lo sumo “pueden contratar asesoramiento profesional” -como si la inteligencia de un pensamiento estuviese en la teórica profesionalidad de quien lo emite-, no sorprende que reduzca sus inteligencias a las de niños de guardería que deben ser velados por el panóptico guardián de la AUF.


Es una vergüenza que este tipo de descalificaciones falaces y generalizaciones clasistas y colonialistas hacia un tipo de trabajador, como lo son los futbolistas, aparezca en cualquier conversación de mesa de billar, o en cualquier medio de prensa. Y que este nivel de generalizaciones y de ejercicio libre de la imbecilidad por parte de un sociólogo doctor y Grado 5 de la Facultad de Ciencias Sociales es... breathtaking. Demuestran el poquísimo rigor intelectual y autocrítica que tiene el productor del artículo. Y derrota el mismísimo argumento que intenta demostrar: ser un “asesor profesional” como podría ser Bayce no nos garantiza la inteligencia ni la sensatez; antes bien, parece más bien que nos asegura una tribuna desde donde lanzar nuestro vómito.