26.2.12

¿Literatura experimental? ¿En serio? / Reflexiones (primera parte 1-6)

Índice:

  1. Ideas
  2. Problemas reflexivos
  3. Historia de la Lectura
  4. Chepe
  5. Pedrón
  6. Lo hermético
  7. Narratología
  8. Función
  9. Relaciones de dominio
  10. Política, política y más política
  11. La emancipación repite el dominio
  12. Conclusiones, utilidades, uso

----------------------------------------


Ideas



Pretendo aquí reflexionar sobre la literatura experimental, desde el lugar del escritor, es decir en un sentido teórico-práctico. No pretendo ni actualizar la teoría, ni informar la teoría, ni comentar la teoría, sino instilar la idea de que es urgente y meritorio para todo escritor sostener, para sí mismo si lo prefiere, una reflexión al respecto. Quienes piensen que para esto está la universidad, es decir, la academia, repiten una lesiva estructura de dominio: la de que, para escribir -y, por lo tanto, repensar la literatura-, es necesario especializarse en algún saber.  


Al final, entonces, pretendo dirigir la reflexión hacia estas ideas conclusivas: 

  • que la discusión de lo experimental es la punta del iceberg de la discusión acerca del lenguaje como reproductor de las relaciones de dominio 
  • que la exclusión de los escritores de esta discusión es un aporte más al status quo de quienes controlan estas relaciones
  • que la trivialización de lo experimental es un gran recurso ideológico de desactivación política operado contra el escritor, quien lleva su rol de víctima en la aristocracia cultural y lo repite, esta vez como verdugo, en la sociedad en su conjunto. Este doble rol, de víctima-verdugo, es lo que hace precisamente relevante la discusión.


Problemas reflexivos

Creo que es difícil acercarse a la discusión sobre la literatura experimental sin caer en un punto trivial, donde lo que se reflexiona no es el posible contenido al que se remite, sino una especie de competencia entre los que la elevan y los que la decapitan, una carrera atlética donde los escritores más o menos están alineados con la descripción más funcional a su propia actividad literaria. Y es natural: todos tenderemos a defender la idea  literaria que nos describe, la que excusa nuestra existencia; y elevaremos esa idea a su totalidad despótica, épica, para contrarrestar el peso de las que nos suprimen. Partiremos de una actividad firmemente antiplatónica -escribir-, para luego defenderla con platonismo al mango -alguna idea esencial que nos excuse-. Y nos ponemos contento con ello.


Otra forma de trivializar y convertir una discusión en fruslería es centrar su eje en una pugna terminológica, casi lexicográfica: como, por ejemplo, qué quiere decir el término "experimental", qué entiende usted por  literatura experimental y qué entiendo yo, qué obras caerán sobre esta etiqueta y qué no, y las que están en el medio, en aguas no territoriales, cómo las acomodamos en esta especie de fórmula química, etcétera. No tiene ningún sentido pensar lo experimental, ni ninguna otra categoría literaria [si hilásemos muy fino, ni siquiera "novela", "relato", "autor", "lector" o "signo", para el caso] si su fin es pétreo y descriptivo o, digamos, a lo sumo clínico. Creo que su utilidad radica en las puertas que abre o cierra, en las relaciones que habilita,  y no tanto en la existencia misma de ser puerta o pared. Si usted cree que aquí no hay paredes o puertas, entonces aquí no hay ni paredes ni puertas, aunque estén abiertas.


La discusión en su acepción terminológica, no es más que discutir sobre palabras y no sobre ideas. No es que esté mal, es muy útil sobre todo para personas que viven enteramente en bibliotecas, o tendrá un mejor servicio para palabras de alta capacidad polisémica, cruces semánticos, como "sujeto", "objeto", y otras, etcétera. Para "experimental" me quedo con la acepción pertinente de la RAE y punto: "Que tiende a la búsqueda de nuevas formas estéticas y de técnicas expresivas renovadoras".

Tampoco sirve para nada si se toma la reflexión y se la recluye como una cuestión de opiniones. Todos tenemos opiniones, nuestro deporte en el siglo XXI es la opinión, y su halterofilia, y para el gimnasio del fisicoculturismo ya están los periodistas "culturales". Será útil, mientras permanezcamos en la tierra del anecdotismo. De lo contrario es difícil extraer, de la opinión, algo de utilidad.

Después de todo, discutir o pensar acerca de la literatura experimental puede ser algo que carezca de importancia o relevancia a la hora de la verdad, es decir, a la hora de ir a escribir el texto, o de trabajar sobre el texto que se está escribiendo. Y es cierto: es inútil decir qué es literatura experimental. Lo que sea que sea, no funciona, no sirve para escribir. Es más útil pensar por qué es experimental, y cómo funcionamos, en tanto que lectores y escritores, alrededor de este porqué.


Todas aquellas personas -incluidos los escritores, por supuesto- que piensen de que, sólo por el hecho de que nadie va a tomar un rifle por leer una de nuestras novelas, deberíamos nada más limitarnos sólo a "escribir" -y, por ejemplo, no discutir lo experimental-, reducen la literatura a un epifenómeno, a un lujito de la sociedad. Esta reducción es puramente ideológica, ya que tanto el acto de comprar un libro, como el acto de leerlo, como el acto de recordarlo, están directamente relacionados con las situaciones de poder, de control de poder, de esas personas que compran y leen nuestros libros. Los escritores somos co-responsables de cómo estas personas compran nuestro librito, por qué lo compran, qué compran en él y, hasta cierto punto, cómo lo leen


La situación discursiva en general de un hombre en un momento dado es una situación clínica de sus relaciones de poder en su conjunto. Cómo saluda un hombre de negocios al cuidacoches que vigila su automóvil es una expresión de poderes encarnada en discurso, donde alguien elige un discurso, y alguien es elegido por ese discurso. Obviamente, la literatura, como otra estructura discursiva más, no está ajena a esto.


Leer es un acto de poder. Y escribir es pensar un edificio de ideas que luego trabajamos; no es el solo hecho, fáctico, de "escribir". Leer y escribir son actos de poderes. Quienes controlen estos controlarán buena parte del timón literario. Que pensemos que una persona no toma un rifle por leer una de nuestras novelas sólo quiere decir entonces una sola cosa: que pensamos que esta persona ya está controlada. Y que pensemos esto refuerza, retuerce el control que existe sobre ella. Según nosotros no lo toma no porque nuestro libro no lo mueva, sino porque él piensa que no lo necesita. Es decir, no lo tomará en ninguna circunstancia. Y esto es un rasgo ideológico de su relación con nosotros, en tanto que escritores, no es un rasgo literario-textual.

Historia de la Lectura


Bernhard Schlink nos dice, en El lector:


Para mí estaba claro que con lo que experimenta la literatura experimental es con el lector.


Y es cierto, parcialmente. Es cierto, en tanto que reducimos la literatura a su acto de recibimiento, la lectura. Pero, exactamente, ¿cuáles son las consecuencias de esta reducción?


Yo siento que esta aproximación paraliza la reflexión de lo experimental, porque la oculta, la reemplaza por otra cosa, la reduce a un objeto que cada vez se empequeñece más: la privada y personalísima Historia de la Lectura que cada uno de nosotros porta consigo. Es esa pequeña carga irrepetible de la que no podemos extraer más que referencias a textos previos de forma histórica. Y esto no tiene que ver tanto con qué hemos leído, es decir, no tiene que ver tanto con el catálogo o la planilla de libros leídos que tenemos anotada por allí, para mantener un registro. Tiene que ver más con lo que leímos, cuándo lo leímos, en qué orden lo leímos, qué situación histórica desempeñábamos como lectores en ese momento, qué resultado extraímos de esa lectura. Y es de perogrullo decir que nadie lee el mismo libro dos veces, aunque lea el mismo libro dos veces.


Entonces, ¿qué quiero pensar con esto?: que si maniatamos lo experimental a la historia de la lectura posiblemente cometemos varias faltas que desechan de plano lo experimental: primero, recluímos lo experimental al terreno del lector privado; segundo, proponemos, en una sospechosa maniobra, nuestra Historia de la Lectura como la Historia de la Lectura, y esperamos que las demás literaturas funcionen en base a ello, lo cual sería disparatado, esto es: "una obra será experimental en tanto su lectura nunca la hayamos nosotros tenido anteriormente, aunque otros sí lo hayan hecho"; y tercero, al reducir la literatura a un epifenómeno cultural, lisiamos nuestro lugar como productores de textos, como operadores de relaciones de poder en el texto.


Ni el lector ni el escritor están obligados -y aunque lo estuviesen, no podrían cumplir esta obligación- a conocer todas las técnicas expresivas para, supuestamente, poder renovarlas. Y aquél que conozca más técnicas expresivas tampoco está más habilitado a renovarlas; su único rasgo es que su Historia de la Lectura es más amplia y abarcativa, es decir, es un lector más entrenado, por ello mismo está menos habilitado para experimentar nuevas lecturas.


Chepe


Supongamos que existe un hombre en este momento que, por alguna causa lectora suprahumana, ha leído todos los libros del mundo, escritos desde todos los tiempos hasta hoy. Sería realmente difícil, si no imposible, que escribiésemos nuestro párrafo deslumbrante y lo impresionásemos, menos aún que, frente a sus ojos, fuésemos "experimentales". Este hombre tiene todas las lecturas del mundo, sería bueno recalcar que él tiene inclusive todas las lecturas que nos formaron a nosotros y más, él vive en nuestro tiempo, comparte nuestras coordenadas históricas, quizá hasta nos lo cruzamos en la panadería y le decimos Ey, Chepe, ¿cómo estás hoy de tus cólicos?, y lo despedimos con Ey, Chepe, adiós, tengo un textito que deseo mostrarte, a ver qué te parece. ¿En serio vamos a experimentar con este tipo? Él es la Historia de la Lectura. A él no le ocurre como a nosotros: con cada libro publicado que no vamos a leer, nuestra Historia de la Lectura se empequeñece más y más, hasta que al final no es más que un puñado flaco de formas expresivas que hemos preferido por equis o ye motivo. Él no: él lee cada libro publicado.


Pedrón


Bien, ahora hagamos el siguiente experimento mental: comparemos a Chepe con otros Chepes. Sentemos al Chepe de hoy con el Chepe de 1890, un hombre llamado Pedrón que, en ese año, había leído absolutamente todos los libros jamás escritos y publicados hasta 1890. Seguramente Chepe tenga lecturas "experimentales" que no tiene Pedrón, además de las obras que Pedrón ya conocía. ¿Pero qué es lo añadido?


Ahora nos parece obvio que las causas de esta diferencia es simplemente la historia de la estética, que ha ido acompañando la historia de la humanidad, nada más y nada menos que dos relatos, dos cuentos, acompañándose entre sí, reflejándose de alguna manera siempre inadecuada. Y evaluamos con ligereza la situación de Pedrón, pero vemos con gravedad la de Chepe, porque somos parte de Chepe, no de Pedrón. Como se desprende de muchos manuales de literatura, los saltos y avances en las expresiones literarias ocurrieron porque las condiciones estéticas de esos escritores en ese momento ya estaba madura. Y tenemos una línea conceptual muy clara, desde el Renacimiento hasta ahora, pasando por el barroco, el neoclasicismo, el romanticismo, el modernismo, las vanguardias, el posmodernismo, pero sucede que esta línea conceptual no nos ayuda a pensar, imaginar, habilitarnos los lenguajes para un nuevo salto. Porque es obvio que lo que Chepe tiene para decirle a Pedrón no es una historia literaria, es decir, no es un relato estético, sino una historia política. Si Chepe narrase a Pedrón cómo escribimos ahora, Pedrón no lo entendería, a menos que Chepe narrase primero cómo estamos ahora.


Con esto lo que quiero indicar es que difícilmente lo experimental radique realmente en lo estético, o en las progresiones históricas de lo estético, como sugeriría el diccionario de la Real Academia Española en su definición. Otra vez: "Que tiende a la búsqueda de nuevas formas estéticas y de técnicas expresivas renovadoras".


Lo hermético


En no pocas ocasiones, al leer a otros escritores, o inclusive a editores o lectores entrenados en general, siento que la discusión en cuanto a literatura experimental está confundida o encajonada a la literatura hermética. La reafirmación teórica de esta sensación la encontré en una lectura de Alain Badiou, quien al escribir acerca de Mallarmé y el poema como operación-poema, escribe esto:


In truth, it is legitimate to speak of hermeticsm only when there is a secret or occult science and when in order to understand we require the keys to an interpretation. Mallarmé's poem does not ask to be interpreted, nor does it possess any keys. The poem demands that we delve into its operation. The enigma lies in this very demand. {"En realidad, es legítimo hablar de hermetismo únicamente cuando existe un secreto o ciencia oculta y cuando, para entender, necesitamos las llaves hacia una interpretación. El poema de Mallarmé no pide que lo interpreten, ni posee llaves de ningún tipo. El poema demanda que ahondemos en su operación. El enigma radica exactamente en esta demanda"}
ALAIN BADIOU / "Inaesthetics" [29]


Cada escritor sabrá, o debería de saber, con precisión qué operaciones está demandando del lector. Y lo sabe porque él es su primer y único lector. Si la literatura experimental va a limitarse a ser entonces algo así como un registro fósil progresivo de estas operaciones, entonces la literatura experimental no es, porque este registro no explica sus condiciones de origen ni las condiciones de sus productos. Es cierto, tenemos claro, clarísimo, que la discusión de la literatura experimental no es la de la literatura hermética, somo orgullosamente conscientes de ello. Pero a la hora de utilizar las herramientas discursivas de las dos categorías, vemos que los martillos, las tuercas y los destornilladores de una y otra se parecen; se parecen mucho, si no llegan en demasiadas ocasiones a ser los mismos.


Así que no es procedente descartar el asunto con un gesto de facilismo. Si como escritores vamos a pensar la cuestión, asegurémonos de que los elementos de análisis no se nos confundan. Y ni que hablar que si pensamos que por hacer hermético nuestro texto, lo estamos haciendo "nuevo", entonces realmente no estamos pensando nuestro texto, sus operaciones se nos escapan, ya se nos escaparon.