24.1.16

"Sandino, una biografía política", de Volker Wünderich

(texto publicado en mi blog Libros nicas leídos por un outsider)
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Una obra que a los nicas nos ayuda a saldar esa deuda que tenemos, y que se llama: desconocemos a Sandino.

A través de ella, Wünderich traza la historia intelectual de Sandino, cuyos ejes son el liberalismo y la teosofía. Particularmente utiliza los registros históricos y archivísticos para indagar sobre la incapacidad (o negativa) de Sandino a articular la lucha del EDSN con las corrientes ideológicas revolucionarias más influyentes desde el extranjero: el socialismo, catapultado por la Revolución Rusa; y las ideas revolucionarias más fuertes de la Revolución Mexicana, en especial aquellas desgajadas en la reforma agraria.

La presentación de Sandino en este libro se nos opone a la imagen de Sandino apropiada por el proceso revolucionario sandinista: no hay duda que afortunadamente la figura histórica de Sandino pasó por un proceso de rescate, que lo extrajo del olvido al que se vio sepultado en los años posteriores a su asesinato (1934), pero este rescate es heroico, místico, además de funcionalmente político. No es un rescate histórico.

Se entiende que la apropiación de Sandino haya sido así: el FSLN revolucionario no era una organización académica, y sus objetivos no eran la edición de libros históricos. Cuando Sandino habla de la "familia nicaragüense", no está dialogando con el FSLN; cuando Sandino piensa en la causa liberal, y cuando arde sobre el espinoso sujeto democrático, no está conversando con las herencias de la revolución cubana, ni apela a una fracción socialdemócrata "revolucionaria", si es que estas dos palabras pueden yuxtaponerse en una oración.

Pero hoy las necesidades son otras. Los objetivos se permutan, se empobrecen o se perfeccionan. El libro, inicialmente editado en 1995, y en 2010 (edición que poseo), nos presenta la imagen incómoda, aunque más fidedigna de un Sandino que, paradójicamente, por estar más cerca de la mundanidad, más se agranda en su mística, en su rol histórico, en su función de ideologema total. 

Añadimos el texto de Wünderich a la multitud de los otros relatos: desde "El muchacho de Niquinohomo", de Sergio Ramírez, a los textos de Selser y Belausteguigoitia, y lo que podemos encontrar es que el redondeo de la figura histórica de Sandino (ese redondeo que va a incluir con Wünderich la miopía política para moverse entre los comunistas y la comunidad internacional; la mediocridad estratégica para presionar los botones correctos en Nicaragua al acercarse las cruciales "elecciones" de 1932; el mesianismo, el carácter religioso -no institucionalizado-, teosófico, y hasta la "querida" -como la salvadoreña Teresa Villatoro-), en vez de comentar o empobrecer los logros de Sandino, los enaltece.

Pero no es el Sandino de bronce el que se mejora. El bronce está roto. Sandino es devuelto a su rol de agente histórico y así, revolcado en este fango, es que continúa agigantado. Su capacidad de imponerse sobre las verdades incómodas de Volker Wünderich -o, mejor, de pararse sobre los hombros de éstas- y tocarnos como fuerza de cambio, esto es lo que permanece, lo que continúa como barro vivo.