La escritura. He perdido la vida. Poseo mi propia voz. Mi propia voz. Es lo único que importa. Perder la vida. No es lo peor. Después de todo. No es lo peor.
Trunk
"La mejor parte de la biografía de un escritor no es la crónica de sus aventuras, sino la historia de su estilo" / Vladímir Nabókov
26.3.22
14.12.20
Peones
De vuelta de la ciencia, y tras cuyo viaje sólo he podido conservar el gastado grimorio de la timina, el inositol, quizá el té de ruda.
Pienso que si estoy de vuelta es porque me he ido, y en mi lugar sólo ha quedado la rígida caña de bambú o azúcar, que eso era yo antes de la salvaje marea de pruebas de hipótesis y números rusos.
Y si he muerto -y, en verdad, lo he hecho-, de mis compatriotas, cuáles, ya lo veremos, de ellos, digo, puedo exigir el mismo diálogo que Hamlet exigía de un cráneo faltante de silla turca.
De vuelta no estoy, puesto que siempre fui un mal regreso. En verdad avancé, recogí algunas medallas, desperdicié uno o dos años, en los cuales las palabras, reducidas al vapor emanado de una olla de verduras rojas, emigraron de cuerpo.
Yo soy el cuerpo nuevo de esa migración. La ciencia me ha perdido, es una lástima, para la ciencia.
Yo soy el cuerpo nuevo de una migración. No tengo compatriotas.
Si miras mi poema como si mirases la mano de un cana a punto de descargar la porra sobre el juvenil vagabundo, no te sorprenderías. En lo más mínimo.
3.10.19
"Biografía de Caín", de Washington Benavides
3.7.19
Esquela doble
brillo, sí.
mi brillo, apotropaico, sepultado, entre nombres.
mi brillo, urente.
fraccionado. entre nombres.
permanezco.
alerta.
alerta.
21.9.18
¡Guambia con los lumpen!
14.5.18
¿Y si nos reideologizamos mejor?
No lo lamento tanto por los que verdaderamente saben lo que están haciendo. Aquellos para quienes el trasfondo de las movilizaciones, el trueque de intereses y el desarrollo de una guerra mediática y geopolítica es bastante transparente en su mayor parte. Estos creo que saben dominar su rol, mover los peones y preparar el terreno para sus jugadas de caballo.
Sí lo lamento, y mucho, por aquellos muchachos que entre mezcla de nobleza, irreflexibilidad y miopía política, se movilizan sin saber qué intereses sirven, qué rol juegan en todos estos movimientos de tríceps políticos y económicos, y cuál es el horizonte de un Estado latinoamericano en el siglo XXI. Gente que quizá ya perdió la vida, o la van a perder, o no saben ya que la perdieron.
Es difícil estar en lo correcto en estos enunciados, porque cada uno vive el conflicto desde una posición única e irrepetible. Es difícil acusar al cadáver de estúpido, cuando su enorme y bello sacrificio se remonta sobre su supremo acto de estupidez o inocencia, cuando uno sabe que el cadáver es el dueño del signo, y no simplemente su portador o su juez.
Pero me lamento y soy muy sospechoso de estos movimientos que, sin ningún horizonte organizativo y sin ninguna plataforma política, avanzan con la pulpa de un sintagma tan miope como "el pueblo" o "la patria". ¿Qué clase de lucha política es la que está ocuriendo? ¿Entre qué estamentos? ¿Cuáles son los baluartes económicos que fundamentan estas luchas? No creo que obtengamos nada positivo argumentando que "el pueblo" y "la patria" etcétera. Aún hoy hay que recordarlo: las verdaderas luchas revolucionarias tienen que pasar por una lucha de clases, tienen que involucrar la economía política, y es tanto una lucha de balas como de ideologemas. Ese vocabulario debe ser reflexionado y revitalizado. ¿Cuáles clases? ¿Cuáles economías? ¿Cuáles políticas? ¿Y no es que se habían terminado las ideologías? Adiós, adiós, ¡adiós a los héroes! Esa gente, demasiado moderna, que no desea ensuciarse con los ideologemas, como queriendo cortar montes de caña sin quitarse el blazer.
Condeno fuertemente la represión rampante, pero más condeno el uso político de la represión rampante. Creo que para detener los bailes de la violencia son los dos bailarines los que deben de alejarse de la pista de baile para quitarse los calzados.
Condeno al gobierno por sus errores, por su estupidez, por sus crímenes, por su particular gimnasia de hacer política, una política que se ha ido retirando de los espacios y que creció en estos años cometiendo el error más garrafal de toda organización política: el no reproducir sus propias condiciones de existencia ideológica. A diferencia del neoliberalismo, que fue uno de sus mejores alumnos, nosotros no aprendimos nada de Lenin. Creo que el FSLN no entendió que no se trataba sólo de ser un administrador del capitalismo -como diría Zizek-, no era ser sólo otro chofer más de esos buses llamados Estado. Otro tecnólogo de la Economía Política.
También condeno a los "verdaderos sandinistas". N me hablen del sandinismo, háblenme de Sandino. Pero qué de Sandino. Háblenme de Sandino como podrían hablarme de José Martí. Si no, directamente regresemos al barcelona-real-madrid. El principal ejemplo de Sandino no estriba en su destreza política, que no era deslumbrante, ni en su producción intelectual, sino en su ejemplo humano, en el estudio sincero de su integridad. Ahora bien, no podemos hacernos del verdadero Sandino político porque no tenemos las claves históricas ni el marco político en que éste existió. Nuestras claves son otras. Nuestra posición es otra. Por eso este Sandino-político no puede ser nuestra herramienta. ¿Vendepatria? A todos nos gusta recordar a Sandino cuando un mexicano le increpaba que los nicas "son vendepatria". Nunca un obrero insultó tanto y por tanto tiempo. Lo tenemos listo en el bolsillo: "vendepatria". ¿Pero qué es un vendepatria? ¿Cómo se vende? ¿Y cuál patria? ¿Quién era dueño de ella? ¿Y cómo éramos dueños? Gente plantando madroños. ¡Madroños! No he visto gesto nacionalista más torpe y ridículo. ¿Quiénes serán los verdaderos sandinistas? ¿Los santos arrojados, intrépidos y valientes? Para algunos va a ser un poco lamentable el descubrir que Sandino no es un personaje de Marvel, que su ejemplo de vida lo debemos incorporar en el día a día, y que el martirologio, el verdadero martirologio es algo impuesto por la historia refractada sobre nuestra virtud o nuestro pánico. No es una vocación ni una actividad deportiva, esto es, irreflexiva. La revolución no habla con una app.
Estas son algunos pensamientos, abandonados, o desordenados, que comparto, ahora que veo que los muchachos están a punto de derrocar al gobierno sin tener absolutamente la más pálida idea de qué es lo que ocurrirá después.
Por allí recibí una crítica sobre un comentario que realicé, porque "no sumaba", y al parecer ahora "hay que sumar", hay que aunar fuerzas. Es el momento de sumar, no de poner palos en la rueda. Pero nadie sabe el objetivo o los fines, únicamente parecería estar claro el medio, que sería derrocar al gobierno. Que no es un objetivo, sino eso, un medio. ¿Para qué fines? Nadie de estos muchachos lo sabe. Conozco otra "muchachada" que sí lo sabe, pero que no tiene tiempo para estar derramando sangre en los asfaltos cuando perfectamente pueden ver el show por televisión.
Muchachos, Ortega no fue Somoza, y ustedes no son aquel FSLN, y, lamentablemente, esto que hacen no es la Revolución. No crean que sólo los gobiernos "autoritarios de izquierda" reprimen, ni que sólo Ortega posee el monopolio de la represión. Sí, muerto el perro se muere la rabia pero no la malaria. La lucha por la libertad de expresión y por la no criminalización y judicialización de la protesta es una lucha constante y que siempre hay que estar revalidando y defendiendo. Peeo es una lucha que también posee sus vías idóneas, y la de la insurrección abierta no me parece la más adecuada, si es que verdaderamente éste es uno de los objetivos. Así que piénsenlo bien antes de derrocar al gobierno.
Y en el fondo, lo lamento más por los que todos los días están en el fondo del tarro de la historia y la economía, los que son sandinistas sin saberlo, o sin necesidad de tener el carnet, la medalla o el machetazo para serlo. No sé sobre qué montaña marcharán, ni de qué virtud quedarán colgados una vez que termine el film.
Así que, muchachos, recuerden esto al día siguiente de tirar el gobierno y regresen a sus trabajos y a sus clases y se congratulen entre sí diciéndose "Ganamos": ¿cuál era el objetivo? ¿qué "ganaron"? ¿y quiénes ganaron?
26.8.17
¿Contra el exilio?
No es lo mismo estar contra la palabra exilio, que contra "el exilio". Como sea que se le quiera designar al hecho de "irse, indefinidamente", o estar "separado de la tierra" en que uno vivía, este hecho representa un corte, una solución de continuidad entre la matriz cultural de la cual uno proviene, y uno mismo. Y es ésta solución de continuidad, este corte, lo que se problematiza cuando se desea analizar el exilio, no su denominación.
Por otro lado, no creo que aporte mucho al estudio la distinción sugerida por D'Angelo de "El exilio, marca registrada". Porque: ¿qué no está registrado hoy en día? También podríamos decir "El cosmopolitismo, marca registrada", o "Los arraigados, marca registrada", o "El cuerpo, marca registrada". Hard-boiled, Multiculturalismo, "Pluralismo"... Y así podríamos continuar. Al registro de la marca no le importa la marca, le importa el proceso de registro. Una vez creada la marca, el fluir del mercado proveerá su elegante lubricación fetichista, en cuya faringe ya se agolpará el consumidor nato.
Tampoco creo que estar en contra de "el exilio" represente estar en contra del nacionalismo, como bien podría atestiguarlo Edward Said, por poner un ejemplo. ¿Uno estaría en contra de la palabra "exilio" porque uno está en contra del nacionalismo? En el juego arraigo-nacionalismo-desarraigo confluyen elementos de profunda tradición y largo alcance, juegos identitarios, juegos de poder cultural y representación simbólica, bastante más serios que la posible vanidad o abuso del trademark "soy-exiliado". Sin mencionar aquí que el nacionalismo tampoco es algo contra lo que uno "pueda estar". El nacionalismo funciona; no es un corpus epistemológico que esté allí para ser verificado, o para ser denunciado simplemente como "falso", como fibra limitante de nuestro totipotencial quehacer humano.
La matriz cultural de la que provenimos cambia mientras no estamos; de allí que nuestros escritos sobre la performance de esta matriz empiezan a observar un poco de luminosidad trascendental -común a cualquier cultura- y un poco de delicioso ejercicio forense. La cuadra de nuestro barrio no se sentará a esperarnos, y su performance muere con nosotros, con los que nos fuimos, no con los que están allí, que son ya la cuadra de nuestro barrio; estos no necesitan de esa performance para serlo.
Menos veo productivo, en cuanto al análisis del exilio, el querer distinguir si ha sido uno el que se fue voluntariamente, o si se es perseguido político. Más que análisis o réplica, esto amenaza con instalar un concurso de sufridos, donde se adquiere el derecho a la categoría en base a los tormentos sufridos, o una especie de Top Ten de tragedias. En todo caso, si nuestro hijo pierde una mano, ¿le es relevante al dedo pulgar el que nuestro niño se haya automutilado a propósito, o en cambio por el descuido de un gentil hachero?
No es necesario irse para estar en el exilio, así como no es necesario estar para ser un auténtico paisano. No tiene ningún mérito per se ser la mirada más cosmopolita y nutrida, por poner un extremo, como tampoco lo tiene el gauchismo o la criolledad más esofágica y rancia, por poner otro. Entonces, ¿cuáles son las utilidades analíticas y críticas del exilio?
Creo que las posibilidades del debate podrían ser fructíferas, sobre todo cuando hoy en día parece que es casi imposible "irse": no debemos preocuparnos, no nos hemos ido, el mercado mediático siempre está con nosotros, listos a proveernos medios de acceso a la cuadra de nuestro barrio. Podríamos preguntar: si el exilio implica una solución de continuidad entre esa matriz cultural que nos produjo y nosotros mismos, ¿podemos corregir ese corte a través de las prótesis tecnológicas actuales? ¿Y de qué matriz cultural hablamos, como para que sea corregible con nuestras riquísimas prótesis? ¿Qué le ocurre al cuerpo de nuestra lengua, a los signos de nuestro barrio, cuando escribimos para otra lengua, para otro signo? ¿Y cómo repercuten nuestros cuerpos estéticos hoy en aquellos?
Estas preguntas, entre otras, podrían ser disparadores más acordes, más útiles. Estar "en contra" de la palabra exilio (y operar la falacia de que en verdad podemos estarlo) creo que nos aleja de ellas, y lo que es peor, al querer simplificar su génesis, las invisibilizan; enmudecen las preguntas que deberían venir después.